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martes, 9 de octubre de 2012

Opúsculo otoñal

La Campiñuela se ha convertido
en una rastrojera  donde  las
reses pacen plácidamente.


Mi viejo diario, después del árido verano y de un par de cosillas que me han tenido ocupado más tiempo del que hubiese deseado vuelvo a mis nanonimiedades para dedicarle unas líneas al otoño, estación pesarosa pero por la que yo siento especial predilección. Porque una vez repuestos del impacto anímico que nos produce, de entrada, la decadencia progresiva que en su transcurso sufren los días, el otoño nos imprime un carácter introspectivo, que favorece el advenimiento de momentos contemplativos; momentos en los que, dejándolo todo de lado, nos paramos a indagar en las entretelas de nuestro propio ser la arquitectura y las coordenadas de nuestra existencia.

A la primavera corresponde anunciar el renacer de la luz y al otoño su ocaso; y en esta dualidad el otoño lleva las de perder. Porque en la sinfonía universal de las cuatro estaciones, al otoño corresponde llevar a cabo el ingrato designio de estrechar los días, de pasarlos por el serpentín degradante de los atardeceres regresivos, de la oblicuidad decadente de la luz solar.

La primavera es una mujer agraciada por la naturaleza que camina directamente hacia ti, que ya en la distancia, y bastante antes de que puedas apreciar la belleza de su rostro, mucho antes de que te hable y su voz te enamore, ya te habrá cautivado sencillamente por sus andares, por el garbo con que se va acercando hacia ti. Hace también hermosa a la primavera su fragilidad, que apenas resistiría sin marchitarse el roce de tus dedos, como una de sus amapolas, al ir a acariciarla.

El otoño, sin embargo, atesora los atributos de una mujer que te espera sentada en la terraza de un café a primeras horas de la tarde para conversar, y de quien será su conversación lo que te enamore irremediablemente de ella; una mujer cuya belleza descubrirás después de conocerla, al dar un par de pasos hacia atrás y contemplarla detenidamente, y que te llevará a preguntarte una y otra vez cómo esa belleza pudo pasar desapercibida para ti en un primer momento. El otoño es una mujer robusta, de caderas anchas, cuyo regazo irradia por igual la dulzura y la firmeza de una madre.

No debe concebirse el otoño como una época de remembranzas del verano caducado, sino que sus días, los días del otoño, son ante todo los ejercicios espirituales del invierno que se avecina.

Cuando el otoño discurre sin grandes oscilaciones climatológicas, en el tránsito del verano al invierno se dan días llenos de encanto, como un don que la naturaleza sólo puede ofrecernos en esta época del año.

Y dado que es un recurso figurativo conocido la comparación de las diferentes etapas de la vida con las estaciones del año, finalizo compartiendo con vosotros este regalo poético que en el siglo IV nos dejó Décimo Magno Ausonio:

Mientras oro, grana y nieve
ornan vuestro cuerpo tierno
gozad este don tan breve,
antes que venga y se lleve
tales flores el invierno.

De no ser cual habéis sido
entonces os doleréis
o, viendo el tiempo perdido,
lloraréis no haber tenido
la voluntad que tendréis.

Ya te contaré otra vez...




4 comentarios:

  1. Buena y bonita reflexión. Quiero que sepas que esto que escribes no cae en saco roto, y que a mi me ha servido para reflexionar de una forma bastante reconfortante. ¡Ánimo con el blog! =D

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    1. Pues si te ha gustado, te ha servido y encima vas y lo cuentas, mi alegría es triple... o más.

      Si ya es difícil que una cosa guste, mucho más lo es que además sea útil; pero mucho más, y con diferencia, es que además se diga... sobre todo en forma de comentario de un blog.

      Muchas gracias, tocayo.

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  2. Para mi el otoño tambien podria ser ese hombre de espalda ancha y voz grave... que tras un dia de idas y venidas te envuelve mientras los ojos se te van cerrando. O ese al que le buscas los pies calientes cuando la fresquita empieza a visitarnos. Muy bueno, de lo mejor hasta el momento. Otoño no eres triste, quizas bohemiamente nostalgico.

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    1. Claro, yo lo enfoco desde la óptica del hombre y tú desde la de la mujer, pero en todo caso coincidimos en que la relación con el otoño siempre es cálida, íntima, directa y muy interesante.

      Gracias, Sarita, me alegro de que te haya gustado.

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