A Cata y Félix, mi consuegros, amigos o yos qué sé

Un buen güisqui para celebrar la lectura de una buena novela, de un buen libro en el que he encontrado varias citas de esas que más que por su belleza o contenido, me cautivan porque exponen de una forma bella o precisa algunas de las verdades sobre las que sustento mi actitud ante muchas situaciones de la vida: "para olvidar las reglas, hay que conocerlas y respetarlas". Hay dos maneras de actuar contra el "academicismo" de cualquier arte u oficio (ampliable a cualquier actividad de la vida): con conocimiento y sin conocimiento de causa. La diferencia entre un artista o maestro y un advenedizo radica en que aquellos aman y conocen (el conocimiento es la base del amor) el arte u oficio que practican y lo respetan. Y si en el ejercicio de su creatividad se ven impulsados a olvidarse de alguna regla establecida, siempre lo harán con la misma cautela con que un explorador se adentrará en una ruta nueva, ignota; que lo hará siempre como una continuación y ampliación del camino ya recorrido, y aunque desconozca las dificultades que pueda encontrarse en él, confiará plenamente en que será lo que ya sabe lo que le permitirá dar con la manera de hacer frente a las situaciones inéditas que puedan presentársele en su nueva aventura o quien le avise, en el peor de los casos, de alguna situación a la que no deba enfrentarse. El advenedizo, y aquí sé muy bien lo que digo, despreciará la importancia del aprendizaje, confiará en unas facultades no desarrolladas convenientemente, y eso será su perdición.