Mi viejo diario, hace unos días, mientras paseaba, mis sentidos eran
sorprendidos por la primera acometida de azahar de este año. Dado que a tus
páginas le ocurre lo mismo que a los anuncios de hamburguesas, que no pueden
transmitir ni sabores ni olores, en plena semana de pasión, te dejo, como única
posibilidad de compartir contigo lo que sentí, la imagen del naranjo que el
otro día me sacó súbitamente de mis pensamientos con aquella perdigonada
aromática tan primaveral, tan cofradiera y tan cordobesa.
Ya te contaré otra vez...
Mi
viejo diario, edito porque mis ocupaciones de esta
mañana me han llevado a recorrer algunos lugares de la Córdoba inveterada. De
casa a los Trinitarios, de los Trinitarios a la Magdalena, luego a la Almagra y
a Santa Marina.
Y tanto las ringleras de naranjos en flor como los naranjos acomodados a la forma caprichosa de cada plazuela, que se han ido alternando a lo largo de todo mi paseo, me
permiten certificar que aquel solo olfativo que el otro día interpretaba para
mí el naranjo de la imagen ha empezado a convertirse ya en un crescendo
sinfónico que va alcanzando por igual a todos los rincones y angosturas que
configuran el enclave histórico de esta agraciada ciudad.
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